Pascua de Resurrecci?n
Pascua de Resurrecci?n
Lectura del Evangelio
Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti
Cristo ha resucitado de entre los muertos y no muere m?s!
El nos espera en Galilea!
Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti
Marcos 16,1-8
Pasado el s?bado, Mar?a Magdalena, Mar?a la de Santiago y Salom? compraron aromas para ir a embalsamarle. Y muy de madrugada, el primer d?a de la semana, a la salida del sol, van al sepulcro. Se dec?an unas otras: ??Qui?n nos retirar? la piedra de la puerta del sepulcro?? Y levantando los ojos ven que la piedra estaba ya retirada; y eso que era muy grande. Y entrando en el sepulcro vieron a un joven sentado en el lado derecho, vestido con una t?nica blanca, y se asustaron. Pero ?l les dice: ?No os asust?is. Busc?is a Jes?s de Nazaret, el Crucificado; ha resucitado, no est? aqu?. Ved el lugar donde le pusieron. Pero id a decir a sus disc?pulos y a Pedro que ir? delante de vosotros a Galilea; all? le ver?is, como os dijo.? Ellas salieron huyendo del sepulcro, pues un gran temblor y espanto se hab?a apoderado de ellas, y no dijeron nada a nadie porque ten?an miedo...
Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti
Cristo ha resucitado de entre los muertos y no muere m?s!
El nos espera en Galilea!
Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti
La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).
Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.
Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.
Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).
La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.