ORACIÓN CADA DÍA

Oración con María, madre del Señor
Palabra de dios todos los dias

Oración con María, madre del Señor

Fiesta de la Anunciación del Señor a María. Recuerdo del beato Omeljan Kovc, sacerdote greco-católico ucraniano asesinado en el campo de concentración de Majdanek en 1944 por haber defendido a los judíos de la persecución.

Libretto DEL GIORNO
Oración con María, madre del Señor
Martes 25 de marzo

Fiesta de la Anunciación del Señor a María. Recuerdo del beato Omeljan Kovc, sacerdote greco-católico ucraniano asesinado en el campo de concentración de Majdanek en 1944 por haber defendido a los judíos de la persecución.


Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

El Espíritu del Señor está sobre ti,
el que nacerá de ti será santo.

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

Lucas 1,26-38

Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.» María respondió al ángel: «?Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios.» Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel dejándola se fue.

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

He aquí Señor, a tus siervos:
hágase en nosotros según tu Palabra.

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

La liturgia de la Iglesia quiere hacernos recordar con una fiesta especial el día en que el ángel fue enviado a Nazaret para anunciar a María que sería la madre de Jesús. Hay un vínculo entre esta fiesta y el misterio de la Pascua que estamos a punto de celebrar. En el anuncio del ángel está ya presente ese amor del Padre que tanto ama a los hombres como para mandar a su Hijo para salvarlos. Podríamos decir que la historia del amor de Dios por el hombre tiene un nuevo comienzo en aquel anuncio. Dios no solo no ha olvidado a los hombres, sino que manda a su propio Hijo a través del sí de aquella muchacha de Nazaret. María es una joven como las demás. Y sin embargo sobre ella se había posado la mirada del Señor, convirtiéndose en la primera en ofrecer su vida por el sueño de amor del Padre. En esta fiesta, mientras contemplamos la grandeza del amor del Señor, admiramos también el sí de aquella jovencita de Galilea. María acogió la invitación del Padre y, desde entonces, no se ha alejado de ese amor: aceptó plenamente la llamada a ser sierva de un designio más grande. No era fácil ni por descontado. Cuando el ángel le dijo que era llena de gracia, María se turbó. No tenía una gran consideración de sí misma, se sentía nada ante Dios. Sin embargo, el ángel la conforta: "No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios, vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús". No se nos ha concedido conocer los pensamientos de María en ese momento. Podría haber dicho que no y permanecer en su tranquilidad, continuando la vida de siempre, pero respondió que sí. Toda su vida se transformó, y con ella la historia de toda la humanidad.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.