ORACIÓN CADA DÍA

Oración de la Santa Cruz
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Oración de la Santa Cruz
Viernes 14 de marzo

Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

Ezequiel 18,21-28

En cuanto al malvado, si se aparta de todos los pecados que ha cometido, observa todos mis preceptos y practica el derecho y la justicia, vivirá sin duda, no morirá. Ninguno de los crímenes que cometió se le recordará más; vivirá a causa de la justicia que ha practicado. ?Acaso me complazco yo en la muerte del malvado - oráculo del Señor Yahveh - y no más bien en que se convierta de su conducta y viva? Pero si el justo se aparta de su justicia y comete el mal, imitando todas las abominaciones que comete el malvado, ?vivirá acaso? No, no quedará ya memoria de ninguna de las obras justas que había practicado, sino que, a causa de la infidelidad en que ha incurrido y del pecado que ha cometido, morirá. Y vosotros decís: "No es justo el proceder del Señor." Escuchad, casa de Israel: ?Que no es justo mi proceder? ?No es más bien vuestro proceder el que no es justo? Si el justo se aparta de su justicia, comete el mal y muere, a causa del mal que ha cometido muere. Y si el malvado se aparta del mal que ha cometido para practicar el derecho y la justicia, conservará su vida. Ha abierto los ojos y se ha apartado de todos los crímenes que había cometido; vivirá sin duda, no morirá.

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

"?Por qué no carga el hijo con la culpa de su padre?" Esta pregunta referida por Ezequiel expresa una mentalidad muy común también hoy, cuando se juzga a una persona por sus orígenes familiares o por el mal cometido por otros. Y a menudo el juicio se convierte en una condena que marca a las personas para toda la vida. En cambio, la palabra del profeta afirma con extrema claridad que la responsabilidad del bien y del mal cometidos es siempre personal. Nadie es malvado por el mal cometido por familiares, conocidos o cualquier otra persona. El profeta pone de manifiesto la gran misericordia de Dios, que permite a todos cambiar y convertirse. Nadie está condenado a permanecer prisionero de su propia condición. La misericordia de Dios no conoce imposibles, no tiene límites. El Señor siempre está dispuesto a perdonar, pero es indispensable que el pecador reconozca el mal cometido. Es bueno que el hombre sea consciente de los instintos egocéntricos que habitan en su corazón, y que se dirija a Dios para ser ayudado a no desviarse de su ley. Todos los creyentes deben estar atentos a sí mismos: cada día somos llamados a elegir entre el bien y el mal. Cada creyente debe asumir ante Dios, cada día, la responsabilidad de sus acciones y de sus elecciones. Dios está siempre dispuesto a perdonar, pero pide a cada uno que sea responsable de lo que hace.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.